viernes, 17 de marzo de 2017

El colaboracionismo es traición

ESCONDIENDO ELEFANTES Y ALGO MÁS.

Las corporaciones que están asolando el país necesitan que pase desapercibido este gigantesco elefante que es la descomunal corrupción que atraviesa todos sus actos. Y están poniendo en práctica la vieja estrategia que dice que el mejor lugar para esconder un elefante es dentro de una manada de elefantes.


Por eso este reparto de imputaciones y procesamientos, a propios y extraños. Pero claramente no es solo eso. En el caso de los propios, el objetivo –además de decir “investigamos a todos”- es sobreseer para que se convierta en “cosa juzgada” a fin de evitar una futura investigación por un poder judicial recuperado de esta mafia que hoy lo prostituye. Todo es, además, un buen entretenimiento mientras sigue el despojo a las mayorías, la concentración de la renta y la extorsión a gobernadores peronistas para que pongan en sus listas de candidatos a diputados y senadores al estilo Bossio, Pichetto y los acompañan en lo que dieron en llamar “gobernabilidad”, para disimular el colaboracionismo de quienes electos desde el campo popular se pusieron al servicio de la oligarquía neoliberal.

No es casualidad el absurdo procesamiento de Jorge Capitanich. Es porque en el Chaco es quién ejerce el liderazgo indiscutido del peronismo y del campo popular. Se pretende con esto restarle protagonismo en la propuesta que hará el Frente chaqueño en lo que respecta a candidatos a diputados y senadores nacionales. Y ya se barajan nombres que serían impulsados desde el pobre, falso y claudicante argumento de la gobernabilidad, los que garantizarían votos contra los intereses populares a cambio de recursos, respondiendo y cediendo a la extorsión de la oligarquía gobernante.

Claramente frente a esta estrategia de entrega, de disciplinamiento con el garrote de la billetera, necesitamos una alternativa real de defensa de los derechos y conquistas de las mayorías. Y esa alternativa –como debió ser siempre y no fue nunca- debe surgir desde las bases, que impulsen un gran frente popular. Ese frente popular seguramente rescatará la figura de Jorge Capitanich, por ser el único dirigente chaqueño con trascendencia nacional, que en este tiempo de bajío y claudicaciones, mostró convicción, claridad, coraje, y lealtad a las políticas que nos llevaron a una sociedad un poco más justa en la última década y media.
Demos luego, pero inmediatamente, la discusión que nos debemos para proponer una reforma política. Reforma que garantice ampliar la base de decisión dentro de los partidos, y la conducción de los frentes. Es imprescindible que desde los partidos con estructuras participativas, democráticas e investidas de autoridad para conducir la definición de plataformas y programas de gobierno se conduzca la política. Y que quienes en virtud de sus condiciones y liderazgo sean investidos por el partido o el frente de la responsabilidad de ejecución de esos programas ejecuten esas políticas, con la obligación de interacción permanente con las conducciones partidarias para que con la dinámica que imponen las necesidades de tiempos y circunstancias, se eleven propuestas que vayan adaptando y enriqueciendo los planes de gobierno. Pero los partidos deben ser las estructuras fuertes que garanticen el cumplimiento de los objetivos políticos y no meras herramientas electorales sin incidencia alguna en el gobierno.

Luego merece un análisis serio respecto de cómo se sostienen y cuidan los liderazgos en partidos del campo popular. En tal sentido estamos viviendo tiempos de canibalismo político en el que priman los intereses, mezquindades, aspiraciones o apetencias personales por sobre el interés colectivo. Estamos atravesados por el discurso neoliberal de la competitividad y de que es legítimo que todos los militantes aspiren a constituirse en líderes.

Respecto de lo primero, los que abrazamos proyectos políticos populares que tienen por objeto el bienestar general y en especial de los sectores más vulnerables no tenemos a la competitividad en ningún pedestal. Para nosotros lo importante es la complementariedad. Los hombres y los proyectos deben complementarse, no competir. Porque la competencia termina por impulsar la derrota del otro, mientras que la complementariedad impone apoyar, completar, complementar, y tiene un sentido colectivo virtuoso.

Respecto de la legitimidad de las aspiraciones y el cuidado de los liderazgos estamos también errando el camino. Porque aquí también aparece la competencia por sobre la complementariedad. Si observamos las conductas tanto a nivel nacional como provincial surge inequívocamente en muchos dirigentes el interés por desplazar a líderes hoy indiscutidos en nuestro proyecto político. Dirigente con capacidades y condiciones, pero claramente a una distancia considerable de las condiciones y potencia de liderazgo que tienen Cristina y Capitanich, disputan con armas inaceptables, y son funcionales al enemigo. En casos lo hacen frontalmente, y en otros veladamente. En realidad es posible que entre esos dirigentes haya quienes tengan condiciones, y hasta alguna que puedan no tener Cristina y Capitanich, pero tomando la formación integral y lo demostrado en ejercicio de esos liderazgos, hoy no hay ninguno que se acerque a una distancia como para disputar lealmente esos liderazgos. Estos dirigentes, si fuesen leales a los ideales colectivos, nunca debieran tratar de deslegitimar a los compañeros que hoy expresan nuestro colectivo, sino complementarse con ellos aportando lo suyo para fortalecer la fuerza política y cuidar a los líderes. Practicar lo que se practica hoy, que es casi una construcción de bandas dentro de los partidos, es una deformación que nos impuso el neoliberalismo exacerbando el individualismo y los más mezqunos intereses personales, para debilitarnos y dividirnos.

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