EN LA BUSQUEDA DE LA CONSOLIDACIÓN PENDIENTE
Tercera Parte: ¿Por que el pueblo vota a sus verdugos?
Cualquiera que haya leído las dos notas anteriores podría
preguntarse, si el peronismo, o un gobierno del campo popular, siempre mejora la
calidad de vida del conjunto, ¿Cuál es la razón que lleva a este, una vez
logrado cierto crecimiento, a votar a sus verdugos?
A la luz de la historia debemos puntualizar que éste caso de
la consagración de Mauricio Macri por el voto popular es el primero que se da
con este mecanismo democrático en lo formal. Ya que en anteriores oportunidades
la interrupción de los procesos populares fue violenta y con grados de crueldad,
en casos, escalofriantes.
Una constante del poder es la búsqueda del escarmiento, y por
eso la violencia. Cuando ocurrió por las armas fue la tortura, la desaparición
y la muerte. De los militantes, de los simpatizantes y hasta de no pocos
indiferentes. Se buscó que no haya neutrales. Todos son culpables por haber
aceptado apropiarse de parte de la renta que antes capitalizaba el poder concentrado.
Todos.
En esta ocasión, y a raíz de la exposición universal del
genocidio argentino, ya no cabía el uso de las bombas o el terrorismo de estado
como mecanismos de anulación de derechos. Es por eso que apelaron a la nueva
artillería que la globalización estrenó a partir de la Guerra Fría, como son
los medios masivos de comunicación que ganaron en el siglo XX con la explosión
de la ciencia y la tecnología un poder extraordinario sobre las masas.
Ese poder que en casos puede ser usado como un faro para el
crecimiento, también se constituye en una herramienta alienante cuando apunta a
manipular al conjunto con fines que el llamado mercado pergeña para su
beneficio. Influye en la cultura, deforma lo antiético en una conducta posible
y aceptable, genera pereza intelectual al estimular el consumo de la
información “digerida” por supuestos periodistas y medios especializados,
magnifica o minimiza hechos, situaciones y acciones según el interés
corporativo, encolumnando a la opinión pública tras los destinos que se
proponga.
Es éste el ejército que hoy usa el poder para escarmentar a
quienes osen rozar sus intereses. El ejército de los medios de comunicación
concentrados. Por eso la madre de todas las batallas de las corporaciones en
argentina fue dinamitar la Ley de Medios. La prensa libre no debe superar el
umbral de lo declamatorio, porque en la realidad es imprescindible que el
discurso del poder no sea interferido por la libertad.
Por eso se estigmatizan todas las voces que tengan que ver
con lo nacional, lo popular y, vade retro, lo revolucionario. Por eso desde los
monopolios se apabulla en radios, diarios y televisión que no hay libertad de
prensa cuando otras voces se hacen escuchar. Por eso cuando, como hoy gobiernan
las corporaciones ya no se cuestiona la supuesta falta de libertad mientras se
acallan voces, se quitan canales de la grilla de la TV, como el caso de Telesur
y programas ahora opositores, o se despiden periodistas que piensen diferente.
Sabe el poder además, que la satisfacción de las necesidades
materiales básicas provoca insatisfacción política porque genera mayores
demandas. No alcanza con vivir mejor, ni siquiera con vivir bien, sin
privaciones ni necesidades. El ser humano estimulado por la propaganda, por la
publicidad va adquiriendo frente a cada satisfacción, una nueva necesidad.
Durante el neoliberalismo de los 90 que explotó en 2001 con
40 muertos en las calles y la mayor miseria de la historia, no había trabajo,
ni salario, ni confort, ni la cobertura mínima de las necesidades básicas.
Entonces el voto fue para los candidatos del campo popular. A partir de 2003
comenzó a haber trabajo, luego mejor salario, la calidad de vida mejoró
sustancialmente y comenzaron a haber excedentes. Esos excedentes contribuyeron
a un mayor confort. Electrodomésticos, autos, vacaciones. La propaganda de los
medios de comunicación transformó en exigencia nuevas necesidades como viajes
al exterior y compra de divisas.
El individualismo abonado por la propaganda meritocrática que
todo es producto del esfuerzo propio no permitió a millones ver que en cada
automóvil, cada moto, cada televisor, que el incremento consiguiente del
consumo energético implicaba salida de divisas por los insumos importados que
cada uno contiene. Y que el cuidado de nuestra moneda implicaba medidas para
evitar el desequilibro que nos pudiera colocar en situación de crisis. Los
medios de comunicación y la mala fe de los candidatos neoliberales hizo lo
demás. Le dijeron a las mayorías que tenían derecho a todos los dólares que
quisieran, que el cepo era una limitante a sus libertades, que el gobierno les
impedía seguir ascendiendo en calidad de vida. Y lograron su objetivo, millones
votaron el cambio que decía podrían hacer todo lo que quisieran, que no
perderían nada de lo que tenían, que tenían derecho a vivir sin inflación, a
atesorar todos los dólares que quisieran.
Y así comenzamos un nuevo giro de crecimiento a decadencia.
Porque ni bien asumieron hicieron todo lo contrario a lo que prometían. A tal
punto que una vez en el poder le comunicaron al pueblo que estaba mal
acostumbrado a vivir bien, que era mentira que con su sueldo podían tener auto,
moto, celular, y viajar, y le bajaron el sueldo al 50% vía devaluación de la
moneda. Le aumentaron las tarifas entre el 300 y el 1500% con lo que
transfirieron a las cuentas de las corporaciones cientos de miles de millones
de dólares de los trabajadores que ahora sí ya no comprarían ni celulares, ni
plasmas, ni menos aún dólares.
Pasará seguramente algún tiempo para que el pueblo, estafado
y robado, reaccione e iniciemos un nuevo período de redistribución como en
2003. Solo que sería sano que esta vez los nuevos derechos, y los recuperados,
se consoliden en la conciencia social para evitar otro giro letal hacia la
pobreza como el que estamos transitando a partir de diciembre de 2015.
Una de las claves para que no vuelva a ocurrir es que nos
animemos a más. Que el próximo gobierno popular sea nacional,
latinoamericanista y revolucionario. Que ese carácter de revolución en paz no
permita que la propaganda instale que somos lo mismo que el neoliberalismo, y
que éste lo puede hacer mejor, que es con lo que en esta oportunidad lograron
su objetivo. No deben quedar dudas que no tenemos nada que ver con nuestros
verdugos. En una próxima nota repasaremos algunas medidas imprescindibles para que consolidemos una democracia y un país para todos.
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