viernes, 10 de junio de 2016


EN CUEVA DE LADRONES NO LLUEVEN DÓLARES






La supuesta amenaza de lluvia de dólares si les pagábamos a los buitres resultó una fenomenal sequía.


Y ésto se debe a que jamás hubo tal amenaza. El pronóstico nunca fue de inundación, fue simplemente una construcción mediática más, tendiente a entretener, a distraer, y a simular futuro bienestar mientras se producía la mayor transferencia de recursos del pueblo a las corporaciones que registran los últimos quince años.

La redistribución de los últimos doce años era una herida lacerante que quemaba el alma de la oligarquía. Ese dolor insoportable fue generando un odio creciente frente a cada nuevo derecho, frente a cada pobre menos, frente a cada niño con futuro, ante cada anciano con dignidad. Y se fue transfiriendo en una construcción mediática de colosal envergadura que generó el resultado buscado: el engaño, la estafa, el fraude a la buena fe y la voluntad popular, que terminó instalando a los enemigos a conducir los destinos de la argentina.

No hay un solo reflejo fiel en el espejo de las promesas electorales y las concreciones gubernamentales. Llama la atención que ni siquiera como estrategia de supervivencia se cumpla algún compromiso asumido.

Ni eliminación del Impuesto a las Ganancias a los trabajadores, ni no devaluación, ni disminución de la inflación, ni transparencia en el Indec, ni respeto por la institucionalidad, ni Justicia Independiente, ni libertad de prensa, ni lucha contra la corrupción, ni sostener la calidad de vida a la que accedieron de las mayorías. Nada. Absolutamente ninguno de estos compromisos se han respetado. 

Lo que se ha hecho con inusitado ahínco es exactamente lo contrario: Pagan menos ganancias los que más ganan, pero comenzaron a pagar miles que no pagaban y ganan menos; se devaluó un 45% la moneda y van por más; se triplicó la inflación; se cerró el Indec; se gobernó por decreto de necesidad y urgencia y se vetaron leyes fundamentales como la Ley Antidespidos; se propusieron jueces amigos para la Corte y se le dio todo el respaldo al Partido Judicial; se eliminaron programas y se proscribieron periodistas, se instaló en los principales cargos en el gobierno a personajes con prontuario, comenzando por el presidente, siguiendo por la mayoría de sus ministros y terminando con los empresarios dueños verdaderos del poder y el gobierno. Los Panamá Papers, el lavado y las compras de dolar futuro monopolizados todos por los funcionarios y las corporaciones eximen de mayores comentarios al respecto. Y finalmente en lugar de sostener la calidad de vida a la que accedieron millones se la pulverizó con la devaluación, la inflación, la quita de subsidios y tarifazos criminales en servicios básicos de hasta el 1000%, mientras se reducían retenciones de las corporaciones.

Con este panorama de voracidades al acecho la lógica indica que ningún inversor serio puede arriesgar sus dólares ante semejante riesgo. ¿Puede alguien imaginar que puede ser tomado en serio un presidente que llama a invertir en la argentina mientras tiene su dinero en paraísos fiscales?

Y como puede haber confianza y ser tomado con naturalidad que este presidente haya en un primer momento negado la existencia de esas sociedades offshore para luego reconocerlas y asegurar que no había allí dinero alguno, y finalmente aceptar -siempre ante la evidencia- que existen dieciocho millones.

¿No resulta llamativo que la prensa tan crítica con el gobierno anterior, en lugar de preguntar frente a estos hechos bochornosos, se limite a aplaudir porque el presidente va a repatriar dieciocho millones de dudoso, pero indudablemente no santo origen?

La falta de escrúpulos manda ahora que se ponga al evasor lavador devenido en presidente, como un modelo de patriota porque va a dar el ejemplo, y promete traer el dinero aviesamente exilado. Es el mundo del revés que permite una sociedad que dio muestras de una capacidad extrema de deglutir sin masticar todas las mentiras que se le han inyectado por los ojos y los oídos.

Pero los inversores son grandes masticadores, por eso no hay ni habrá lluvia de dólares. Lo que viene, como con el clima, es el fenómeno de "la niña", esto es sequía prolongada. Porque los argentinos podemos ser ingenuos, para llamarlo con respetuosa sutileza, y creer. Pero los que ponen un dolar para llevarse diez, leen el diario bajo el agua, y no ponen ese dolar a mano de ladrones, salvo que hagan un pacto para robar juntos. Y antes que eso ocurra, mejor la sequía. Que dure todo lo que tenga que durar, hasta que vuelva a amanecer y el pueblo a despertar de esta horrible pesadilla que supimos conseguir.

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