miércoles, 22 de junio de 2016

EN BUSQUEDA DE LA CONSOLIDACIÓN PENDIENTE

Segunda Parte: Peronismo y Kirchnerismo


Ciertamente las claves de la vigencia del peronismo como movimiento político social por más de setenta años, y como la fuerza más convocante y popular de la política argentina, son sin lugar a dudas, su carácter movimientista, su tolerancia, aunque dura y luchada, a los matices de pensamiento, y su claro perfil revolucionario, en el marco de sus históricas banderas de Soberanía Política, Independencia Económica y Justicia Social.


El peronismo, frentista por convicción, nunca por conveniencia, jamás se ató a ningún carro antipopular, ni elitista, ni imperialista. Es por eso que en algún momento planteó en el marco de la política global una tercera posición a los entonces vigentes bloques capitalista y comunista durante la guerra fría que sobrevino a la segunda guerra mundial.

Decía Perón en la Primera Cumbre de Países No Alineados realizada en Colombia en 1953:  “nuestra Tercera Posición Justicialista diremos que, en el orden político, implica poner la soberanía de las naciones al servicio de la humanidad, en un sistema cooperativo de gobierno mundial, donde nadie es más que nadie, pero tampoco menos que nadie. En el orden económico, la Tercera Posición es la liberación de los extremos perniciosos, como lo son una economía excesivamente libre y otra excesivamente dirigida, para adoptar un sistema de economía social al que se llega colocando al capital al servicio de la economía. En el orden social, en medio del caos que opera en el mundo fluctuante entre el individualismo y el colectivismo, nosotros adoptamos un sistema intermedio cuyo instrumento básico es la justicia social“

Esta postura de Perón y su diálogo fluido y permanente con el Mariscal Josip Broz (Tito) de Yugoslavia, Fidel Castro de Cuba y Nehru, Primer Ministro de India, fue la piedra fundamental del Movimiento de Países No Alineados creado en la Primera Cumbre de Belgado, Yugoslavia en 1961, con Perón ya en el exilio.

Esta trascendencia del peronismo más allá de las fronteras, tiene que ver con la profundización del pensamiento que permite romper moldes preestablecidos. Esto le da carácter claramente revolucionario por encima del habitual seguidismo que en otros países obliga a sus fuerzas políticas a estar siempre atadas a un patrón global.

Y el Kirchnerismo fue sostenedor de este pensamiento con enorme convicción y energía. Cuando Néstor Kirchner asumiera el 25 de mayo de 2003 afirmando que “no he venido a dejar mis convicciones en las puertas de la Casa Rosada”, o cuando dijera “el ministro de economía voy a ser yo”, y a poco de transcurrir su gobierno lo demostrara con los hechos, estaba celebrando peronismo en su mejor expresión: Nacional, Popular, y con el hombre en el centro de la escena, desplazando al interés corporativo allí anclado por el cipayismo claudicante que cíclicamente destruye los derechos y el bienestar colectivos.

Nada más elocuente como aporte a la liberación de los moldes que impone el gobierno global que el rechazo al ALCA, y la profundización del MERCOSUR como alianza regional estratégica frente a la presión del libre comercio, que propone e impone ese poder global para poder dominar a los pueblos subdesarrollados de todo el planeta.

He aquí un paso hacia aquel sueño de Perón que expresara en 1953 al afirmar que “el año 2000 nos encontrará unidos o dominados”. Esto es peronismo concreto, protagonizado por lo que coyunturalmente dio en llamarse Kirchnerismo, y que pretende mostrarse como divorciado de aquel. En consecuencia es total y absolutamente falsa la dicotomía peronismo kirchnerismo.

El peronismo tiene historia como pocas parcialidades políticas en el planeta. Esa historia es la que le permite un piso que ronda el 30% en cualquier elección, más allá del candidato. Porque la memoria colectiva que comenzó a imprimirse a partir del primer peronismo, se potencia en tiempos de crisis, en etapas de pérdida de derechos. Siempre frente a las oleadas de exclusión, y cuando la pérdida de derechos y calidad de vida impacta y se transforma en la contracara de lo que fue, el pueblo busca volver al cauce de aquel gobierno que su recuerdo colectivo rescata como garante de mayor justicia social.

Es lo que ocurrió en 2003 y permitió la llegada de Nestor Kirchner. El pueblo lo identificó con el peronismo sanador. Con lo mejor del peronismo garante de derechos e igualdad. Y consolidó a Cristina por dos períodos consecutivos porque efectivamente se concretó peronismo en su máxima expresión en las políticas redistributivas internas llegándose a similares índices de participación de los trabajadores en la renta nacional que los mejores de aquel primer peronismo. A la política internacional se le imprimió un claro perfil Latinoamericanista con objetivos de un bloque subcontinental fuerte para potenciar posibilidades de articulación con otras potencias, dando así un paso fundamental para evitar la advertencia del General Perón sobre que el 2000 nos encontrará unidos o dominados. 

Y finalmente la evidencia de que el kirchnerismo es peronismo pleno, es que las corporaciones que expresan el antipueblo se vieron forzadas a montar la más imponente maquinaria económico financiera y mediática como jamás había ocurrido para poder quebrar ese camino virtuoso de expansión de derechos colectivos y volver a sojuzgar al pueblo como lo están demostrando cruelmente en estos seis meses. Al igual que lo hicieron en el 55 con los cañones y en el 76 con el terrorismo de estado, hoy apelaron al fraude comunicacional, tan antidemocrático y destructivo como aquellos. 

Todo esto certifica que el kirchnerismo es peronismo cien por ciento. Y que cualquier declaración de su muerte, así provenga desde sus propias filas, no es más que la expresión falaz e interesada, tantas veces fracasada, de quienes se sienten más cómodos haciendo las veces de lacayos y serviles del poder, que militantes de un modelo Popular, Nacional y Latinoamericano al servicio de las mayorías.

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