domingo, 5 de junio de 2016


EL CAMBIO NO DA TREGUA




A solo seis meses del nuevo gobierno impresionan los cambios. Todos los esperábamos, pero nadie con tan extrema contundencia.


Los esperaban los que habían perdido con los años de gobierno popular redistribucionista, y en consecuencia aguardaban la recuperación de privilegios caídos.

Esperaban un cambio los que habiendo sido beneficiarios de las políticas inclusivas creyeron en el discurso de la meritocracia: "lo lograste porque te esforzaste, y si no hubiera sido por el gobierno te hubiera ido aún mejor" Y ya se sintieron clase alta, oligarcas.

Y finalmente, lo esperábamos luego del resultado electoral, los que no teníamos ninguna duda que volvíamos al saqueo de los ladrones a gran escala.

Pero nadie imaginó que las corporaciones triunfantes en elecciones libres por primera vez en la historia, impondrían el modelo de país pequeño, con tamaña brutalidad y saña, sin ninguna consideración por la verdad y con total desprecio por el pueblo. Desprecio también por sus propios candidatos impuestos desde sus gigantescas usinas mediáticas, ya que son estos quienes ya viven el destino de los De la Rúa, los Cavallo, los Alzogaray, de no poder caminar por las calles sin recibir el desprecio popular.

Cuando se analizan los resultados electorales de noviembre pasado resulta complejo comprender el voto a este modelo de país para pocos, como todos los del modelo neoliberal del mundo, que estamos viviendo con tanta crudeza. Y en especial el del sector que había superado un estado de necesidad y pobreza y accedido a una calidad de vida extraordinariamente mejor.

El crecimiento económico, la satisfacción de las necesidades básicas, el acceso a mayor confort y el ascenso en la escalera social, no tienen un correlato en la toma de conciencia respecto del pasado de necesidades, ni del clima político que generó las condiciones para ese salto virtuoso en la calidad de vida y sin el que jamás se hubiera dado, más allá del mayor esfuerzo individual. 

El discurso de la meritocracia que generó además desprecio por el que aún no pudo, por el más pobre, como un modo de hacer sentir al ascendido parte de otra clase social, tuvo especial interés en que no se vislumbre que el esfuerzo personal, siempre necesario, nunca es suficiente sin las condiciones y el clima político como para que ese esfuerzo se traduzca en beneficio para quién lo entrega, y no vaya a otros destinos.


Hoy, y a solo tres meses, la voracidad por apropiarse del esfuerzo de las mayorías que las corporaciones le imprimieron al nuevo modelo de país, está poniendo esto en primer plano.

La devaluación que deprimió el salario y potenció la ganancia de los grandes grupos económico financieros; la quita de retenciones que restó recursos al estado para su redistribución y los alojó en las cuentas de los mismos grupos concentrados; la eliminación de subsidios a los servicios básicos que el estado está obligado a garantizar, y el aumento de las tarifas direccionó miles de millones a las empresas también en poder del mismo sector de la economía concentrada; los ciento cincuenta mil despidos y los que vendrán como recurso para bajar salarios y proveer de mano de obra barata otra vez al mismo sector. Son algunas de las grandes diferencias entre un modelo de país que permitió el ascenso social de millones, y este modelo de país que los devuelve al viejo destino. 

En ese marco son elocuentes las palabras de uno de los ideólogos del modelo corporativo, el economísta Javier Gonzalez Fraga quien a toda esa franja que la meritocriacia hizo creer que era genial por sí misma le explicó con elocuencia cuales son los ideales de este modelo al decir "le hicieron creer al empleado medio que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos, e irse al exterior. Eso era una ilusión, no era normal" 

¿Se entiende la diferencia entre un modelo de país y otro? En uno era normal que la sociedad crezca hacia la búsqueda de un cierto equilibrio acortando la brecha entre los pocos que lo pueden todo y los muchos que no pueden nada. Y este modelo en el que los muchos deben trabajar mucho mas para que los pocos vivan mucho mejor.

Muchos argentinos ya entendieron la diferencia y su propio error en creer en esa ridícula ilusión que un gobierno oligarca podría favorecer a la clase media y los pobres. Muchos aún permanecen en silencio, otros ya gritan su impotencia. Lo importante es que esta experiencia altamente traumática sirva para que dentro de quince o veinte años no cometamos este mismo error. Que de una vez por todas aprendamos. 

Y bienvenido sea el arrepentimiento de muchos ilusos y desinformados. Pero no de los que no ilusos y muy bien informados ahora quieren despegarse de la tragedia luego que se pasaron años denostando al gobierno popular y apoyando a las coporaciones porque desde su posición de comunicadores se creyeron oligarcas. Ejemplo: Baby Echecopar, que ahora se despacha contra el gobierno como si no hubiera sabido hacia donde iba. 
Bienvenido que ponga en superficie la realidad, pero que no nos convenza que el no tiene nada que ver con el millón y medio de nuevos pobres que generó este modelo de país por el que bregó, y que generára aún más. Y que nada tiene que ver con los próximos diez o quince años que costará reconstruir el tejido social que este desgobierno está destruyendo brutal e impiadosamente.




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